El comienzo del siglo XIX no fue nada voyante en nuestra ciudad. La guerra de la Independencia ocasionó una regresión dela población que si en 1803 era de unos 21.000 habitantes pasa en 1813 a 17.000.
La ciudad sufrió los efectos de la francesada. El Puente Mayor sufrió la pérdida de varios arcos, sustituidos por otros provisionales de madera; su total restauración no estaría terminada hasta 1828 ante la carencia de dinero.
El Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria fue ocupado por los franceses en el invierno de 1812 y sufrió graves daños. El deterioro era tan grave que en mayo de 1821 la Real Sociedad Económica de Valladolid pidió el desmonte del edificio. En 1826 se abre de nuevo el convento tras su restauración, pero quedó otra vez vacío tras los decretos desamortizadores. La iglesia se convirtió en parroquia en 1881 al independizarse esta feligresía de la iglesia de San Nicolás. La nueva parroquia era ya una necesidad para atender las necesidades espirituales de esta zona de la ciudad en un momento de expansión, gracias al Canal de Castilla.
No fue sólo el edificio anterior el que cayó víctima de la piqueta. En 1837 las actas del Ayuntamiento recogen que el convento de San Bartolomé había sido vendido a la empresa del Canal de Castilla, previa la ampliación de su plaza inmediata. Sus religiosas fueron trasladadas al Convento de Jesús y María.
En esta fiebre destructora que había de cambiar el barrio del Puente Mayor también cayeron bajo la piqueta la ermita de San Lázaro, sustituida por viviendas humildes, y el humilladero de la Cofradía de la Pasión, que estaba a las afueras del Puente Mayor.
Pero como si se tratara del "ave Fénix" sobre las ruinas de los edificios religiosos se levantaron nuevas instalaciones, símbolo de los nuevos tiempos. Los materiales del convento de San Bartolomé se emplearon en el levantamiento de nuevas instalaciones fabriles, destacando el Canal de Castilla.
El Canal de Castilla es la culminación de un sueño que se remonta a la época de Carlos V. Por fin se dio paso a la creación de un puerto fluvial activo.
A mediados del XVIII y con gran retraso frente a otros países, se inician las obras en el llamado "ramal de campos". Los ilustrados potencian este tipo de obras que habían de suponer un impulso a la agricultura, al comercio cerealístico. Las dificultades financieras y la Guerra de la Independencia favore-cieron una paralización de las obras, hasta que en 1831 pasó esta obra civil a la iniciativa privada, que consigue dar a las obras el impulso definitivo, gracias a la cesión por 80 años de la explotación, lograda por el Marqués de las Marismas del Guadalquivir.
El 22 de diciembre de 1835 se produjo la inauguración oficial, aunque con cierto pesar del Ayuntamiento, que deseaba la llegada del Canal por la otra orilla. En 1849 llega a Rioseco, punto Terminal por el Sur, mientras que por el Norte se paró en Alar del Rey, con un total de 207 km. -3/4 de lo proyectado-, no terminando su deseo inicial de comunicar la Meseta con el Cantábrico.
El Canal se convirtió en uno de los elementos identificadores del barrio y de la ciudad. Contribuyó al auge industrial de una población que en 1857 ya superaba los 42.000 habitantes. Al amparo de esta prosperidad económica irán surgiendo astilleros, fábricas de harina –en el entorno del Canal llegó a haber 45 fábricas-, destacando en esta zona la denominada "Palentina", o fundicio-nes como la de Don Félix Aldea y la fábrica "La Trinidad".
El éxito del Canal fue efímero, debido a la pronta competencia del Ferrocarril del Norte en 1864, siendo un elemento esencial para el despegue industrial que ya se había iniciado con el asentamiento de los Talleres de la Compañía del Norte. Este ferrocarril fue un gran golpe para la vía acuática, al discurrir prácticamente paralelos.
En 1884 parte del espacio que anteriormente ocupaba el convento de San Bartolomé pasó a tomar nueva vida, al servir de alojamiento a la estación del "ferrocarril económico" a Medina de Rioseco, en terrenos cedidos por el Ayuntamiento. Esta estación de un tren de vía estrecha que aún subsiste en la memoria histórica de la ciudad con el nombre de "tren mataburro" contribuyó al desarrollo de la comarca cerealística de tierra de Campos. Fue desmantelado en los años sesenta y se conserva aún una máquina en la plaza de San Bar-tolomé como una reliquia de la tecnología.
En el orden urbanístico, el aumento de la población proletaria acarreó una degradación de los barrios en el siglo XIX, a finales, en un momento en el que hay una total carencia de planes parciales. Las viviendas, mayormente molineras, nacen al margen de las disposiciones oficiales. Estas casas suelen ser de una planta, con fachada estrecha y con patio o corral.
El barrio del Canal o de La Victoria, como ya se le empieza a denominar, pasa a ser un núcleo de asentamiento mixto entre núcleos industriales (fábricas de harina, astilleros, naves,... ) y asentamientos suburbiales.